Entre la espada y la pared

—¡Acabad con él! — gritaba aquel ser, desconocido hasta el momento, oculto bajo los metales y demás complementos del mismo material que poseía su armadura. Gritos, abucheos, entre otras palabras malsonantes hacían eco en aquel paisaje adornado únicamente con un eterno camino lleno de piedras y arena. Extrañamente el cazador, Eustass en este caso, se había convertido en el cazado puesto que, por desgracia, dicho camino terminaba en un elevado precipicio que daba al inmenso mar—¡Mierda! —maldijo el pelirrojo sin detenerse. No cabía la opción de saltar por el precipicio puesto que el agua era su principal debilidad sin contar que sus poderes no eran lo suficientemente devastadores como para acabar con todos aquellos guerreros a la vez. No obstante, lejos de rendirse o dar por imposible el hecho de escaparse, Eustass, se preparó para lo que se avecinaba: una batalla en la que la suerte decidiría al vencedor— La suerte está echada... —murmuró mientras soltaba las riendas que conectaban los caballos con el carro y se bajaba del mismo, observando a su alrededor. Los guerreros se posicionaron frente a él, con sus rifles cargados y preparados para apretar el gatillo a la señal del General Strawmann, quien estaba al frente del ejército— Kid... —pronunció Strawmann mientras lo miraba de arriba a abajo— Nunca había imaginado que iba a ser yo, Jack Von Strawmann, el que iba a poner punto y final a tu larga trayectoria de crímenes y robos. —agregó en el mismo tono mientras sonreía con aires de superioridad. Eustass prefirió ahorrarse el hecho de contestarle y simplemente sonrió esperando una reacción o movimiento por parte de las tropas.

—El General de Magnolia (pongamoslo así) fiel a sus ideales de justicia, orden y la pureza de la luz: Jack Von Strawmann frunció su ceño y asqueó con su mirada al ver que Eustass no se rendía— Chulo hasta el final... ¿ehh?, mejor para mí. Prefiero capturarte tal y como eres, y no como un cobarde. —Con ello, pareció verse una intentona para contrarrestar la chulería de Eustass, a la cual acompañó una risita de varios de los fusileros que reían confiados de la eficacia de su general y de su humor. Este, dió un paso al frente— Por tus crímenes cometidos, se te hará pagar todo con la pena total; o vienes con nosotros, o mueres en el intento. Pero te ahorraré la respuesta... —Sacó su espada y la alzó, como una señal para sus soldados— ¡Apunten! —se empezaron a colocar de rodillas algunos para conseguir mejor tiro, mientras otros soldados cuerpo a cuerpo se situaban tras de él.— ¡FUEGO! —ordenó, tras cual salió una ráfaga de disparos. Tras una gran ráfaga de tiros se empezó a hacer cierta humareda por la pólvora. De las filas de fusileros, pasaron los soldados con sus espadas, sables y escudos, atados a sus cuerpos, cuales se lanzaron rápidamente para atacarle tras la ráfaga—.