Cuestión de suerte

—Tras un largo camino por todo tipo de territorios y paisajes consiguió llegar a su destino, Nastrand. Por desgracia su bienvenida al reino fue protagonizada por una oscura y tranquila noche acompañada por aquel sonido propio de algunas aves nocturnas tales como los buhos o lechuzas. El cielo estaba totalmente oscuro. Ninguna estrella se veía en aquel mar oscuro y aparentemente sin vida, pues solo la luna estaba presente en aquella inmensidad. Los lentos pasos de aquel ser rompían la monotonía del lugar, pues cada paso significaba un nuevo sonido metálico provocado por la gran cantidad de adornos que llevaba— "¡CLANK, CLANK!" —resonaba. Desconocía donde se encontraba ya que a su alrededor solo veía troncos y más troncos. En el horizonte tampoco parecía haber nada y si lo había, la oscuridad del lugar impedía verlo.— ¡Máldito bosque!—murmuró mientras seguía caminando sin rumbo—.

—Los minutos fueron pasando y el joven seguía con la mirada puesta en aquel horizonte que parecía ser infinito. Llevaba como unas dos horas caminando en aquella dirección sin embargo seguía sin ir a ninguna parte, todo lo que veía era oscuridad y más oscuridad. Todo lo que le rodeaba parecía haberlo visto antes, como si hubiera estado caminando en circulos. Eustass estuvo maldeciendo al bosque durante minutos hasta que de repente escuchó algo en las proximidades.— Es hora de irse, mañana seguiremos con la recolecta —pronunciaba un hombre, de unos cuarenta años, mientras volvía a subirse al carro tirado por caballos. Su compañero, alejado de la posición del carro, asintió sin embargo cuando se disponía a marcharse se topó con aquel imponente hombre pelirrojo—.

—N-No puede s-ser... — murmuró el joven tartamudeando — ¿E-Eustass Kid? — añadió. El pelirrojo simplemente sonrió y lo cogió bruscamente de la perchera, elevándolo unos metros del suelo. Se le acababa de ocurrir un plan y, viniendo de él, no podía tratarse de nada bueno. Mientras tanto el hombre que esperaba en el carro con los caballos comenzaba a preocuparse, tardaba demasiado. Entonces la maleza comenzó a moverse, tenía la esperanza de que fuera su hijo y lo era solo que esta vez venía acompañado por ése desalmado. — ¡Kid,suelta a mi hijo! — gritó mientras se bajaba del carro y se acercaba lentamente al pelirrojo, advirtiéndolo.— O si no, ¿qué? —le contestó Eustass en un tono chulesco y vacilante.— Máldito... — murmuró el padre lleno de impotencia. Kid se acercó al padre chocandole con su hombro y apartándolo de su camino. No tenía pensado matarle, pues solo quería llegar a Nastrand lo antes posible. Tras montarse en el carro y tomar la correa de los caballos, lanzó al joven contra su padre y se marchó. Dejando una estela de polvo y misterio. Después de todo, aún no sabíamos que pretendía hacer en Nastrand—Debemos avisar a todos de su presencia, ¿verdad?— Le preguntó el joven a su padre, que observaba como el carro se alejaba de ellos hasta perderlos de vista. Tras un breve suspiro le contestó— Demasiado tarde, Connor. Demasiado tarde... — le contestó mientras rezaba por todas las vidas de Nastrand—.